Carlos Monsiváis conversó en 1995 con José Homero en torno a tres de sus especialidades: las mitologías de los medios, las figuras heroicas y las parodias de un nacionalismo más ficticio que real. Su vigencia resulta sorprendente: la fatalidad y el desánimo nacionales vienen de mucho tiempo atrás.
JH: Me llama la atención las relaciones que trazas entre conducta, modos de expresión y de situarse en el mundo, y medios de masas. En Los mil y un velorios señalas que durante los años de la Segunda Guerra Mundial la literatura policiaca alcanzó su auge, añadiendo que “La perspectiva literaria influye en los hábitos de lectura de la nota roja agregándoles la atmósfera de suspense que en el cine Alfred Hitchock conducirá a la perfección clásica.” No sólo eso, la conducta del narcotraficante responde a la mitología sedimentada por el western y el thriller… Por si fuera poco comentas el asalto a la sucursal Bancomer en Tlaxcoapan, Hidalgo, de Alfredo Ríos Galeana como un “homenaje no tan involuntario a Bonnie and Clyde y que a Adolfo de Jesús Constanzo Los creyentes de John Schelesinger le aporta la clave para formar su culto…
CM: Sin generalizar en demasía pero generalizando en demasía, las costumbres nuevas están profundamente influidas por los medios, y los medios son los principales encargados de la renovación de las costumbres, en este sentido ritual y, en ocasiones, totémico. Los ejemplos pueden multiplicarse: la huída de la discoteque Cristina en Puerto Vallarta de un grupo de narcos reproduce la huída en condiciones muy similares a la de la heroína del filme Nikita: a través de la cocina y luego de los ductos. Adolfo de Jesús Constanzo y su grupo de narcosatánicos, para respetar el nombre ya mitológico, vieron muchas veces la película de Schlesinger y la veían como el aprendizaje de un ritual –supongo que deteniéndose en lo tocante a sacrificios humanos y de animales. Me parece obvio que los narcos siguen un esquema cinematográfico así en el momento de actuar no lo registren, emulando proezas en el cine o la televisión. El caso más arquetípico (y muy real) me parece el de Matamoros. Un capo viejo abandona su imperio que se divide entre sus dos seguidores más fieles. Estos pelean entre sí y luego uno embosca al otro, quien va a dar al hospital muy herido. Los narcos de disfrazan de soldados –o contratan soldados, nunca se ha sabido bien, toman el hospital, llegan a buscar al herido para matarlo, asesinan a siete personas, entre enfermeras, médicos y enfermos, pero el del atentado, la víctima elegida, logra quitarse las sondas y se arroja bajo la cama. Entran, ametrallan el cuarto, pero no lo matan, queda muy mal herido y su grupo se lo lleva en un avión a Monterrey (donde al parecer hay un hospital privado para narcos) y en el avión muere. Esta historia es totalmente cinematográfica y estoy convencido de que cuando entran al hospital a matar, ya van poseídos no sólo de la obligación del crimen sino también por la necesidad de interpretar una película, que en el caso de los narcos puede ser absolutamente determinante, como en otros ámbitos lo es la necesidad de interpretar un programa de televisión. Sentirse perseguido por una cámara invisible todo el día puede ser un signo de locura o un signo de que la persona se ha integrado ya a su atmósfera mediática y no hay dato que no me lo corrobore; esas dos mil niñas que participaron en un concurso para imitar a Gloria Trevi viven ya la sensación de la cámara que las acecha. Si extremo la nota, diré que el imaginario colectivo se imagina o filmado o grabado de una manera muy persistente.
¿Existen todavía reacciones que podamos llamar espontáneas o no aprendidas de los medios o todas las respuestas estarían ya codificadas por el imaginario de los medios?
Hay muchas respuestas codificadas por muy distintas circunstancias desde luego, pero en los momentos en que la situación parece televisiva o cinematográfica, los medios son determinantes. La semejanza atmosférica determina la sujeción a ese código de procedimientos. En un mitin no hay un código de procedimientos tan fijos porque la televisión y el cine no se interesan en los mítines y por tanto el orador sigue atenido a los esquemas de otras reuniones, o de modelos lingüísticos probados, en el caso de los panistas, de Jesús Martínez Palillo en los años cuarenta, en el caso de los perredistas, la oratoria de izquierda antiimperialista de los años treinta y en el caso de los priistas, aquel lejano concurso de oratoria en donde se declamaba “El amor a México”. Y por fuerza hay espontaneidad en las situaciones abandonadas por la televisión, que difícilmente registra con minucia un coito, aunque allí también influyen los medios, basta observar la enorme circulación del video porno. Concluyo: en un número exhaustivo de casos la mera idea de estar en una atmósfera similar a las registradas por el cine o la televisión replantea de inmediato la conducta.
Otra circunstancia que se da y tú lo mencionabas al responder la primera pregunta era que los medios han servido como una escuela de costumbres; decías en Escenas de pudor y liviandad: “A disposición de las vedettes una escuela de costumbres; el cine de Hollywood, ya en los veintes, fábrica de sueños y universidad de la vida moderna…” ¿Crees que los medios han contribuido a una mayor igualdad, a una mayor participación democrática?
La parte positiva de los medios es inmensa. Cito a Manuel Puig, como otras veces. Él hablaba de su pueblo, Coronel Vallejo, en la pampa, seguramente no el más cultural de los ambientes, y de cómo la función de close up, en el caso femenino: Greta Garbo, Marlene Dietrich, Catherine Hepburn, Bette Davis, fijaba de otra manera a la mujer, democratizando no la imagen de la mujer sino la imagen de la virgen. Esto no lo decía Puig pero ya se insinuaba en su homenaje al cine. Estoy convencido: una virgen, en el sentido devocional, podría ser cualquiera que estuviese en la pantalla porque ya era una aparición y aparición milagrosa en la medida en que la tecnología en ese momento era absolutamente milagrosa y brindaba la sensación de poderío irrefutable que da el uso del close up. Y para llegar a nuestros días, Marcela Bodenstedt, ya un personaje clásico de nuestros días, evidentemente vio Modesty Blaze y estas series de televisión donde la mujer tiene un desempeño físico y policiaco muy distinto al tradicional. En todo este afán de manejar helicóptero, ser experta en artes marciales… hay el trasfondo de una Modesty Blaze o una Mujer Policía. Y de nuevo no es posible calificar a priori la influencia de los medios, muy positiva en la medida en que rompe prejuicios y limitaciones, sustituyéndolos por elementos liberadores. En este sentido, los comerciales han tenido un efecto más profundo que el que se les concede habitualmente. Los comerciales de cuerpos gráciles, de figuras flotantes en la semidesnudez, han liberado más la idea del cuerpo entre los jóvenes de diversas regiones que la lectura conjunta de todos los ensayos sobre el libre uso del cuerpo.
CM: Sin generalizar en demasía pero generalizando en demasía, las costumbres nuevas están profundamente influidas por los medios, y los medios son los principales encargados de la renovación de las costumbres, en este sentido ritual y, en ocasiones, totémico. Los ejemplos pueden multiplicarse: la huída de la discoteque Cristina en Puerto Vallarta de un grupo de narcos reproduce la huída en condiciones muy similares a la de la heroína del filme Nikita: a través de la cocina y luego de los ductos. Adolfo de Jesús Constanzo y su grupo de narcosatánicos, para respetar el nombre ya mitológico, vieron muchas veces la película de Schlesinger y la veían como el aprendizaje de un ritual –supongo que deteniéndose en lo tocante a sacrificios humanos y de animales. Me parece obvio que los narcos siguen un esquema cinematográfico así en el momento de actuar no lo registren, emulando proezas en el cine o la televisión. El caso más arquetípico (y muy real) me parece el de Matamoros. Un capo viejo abandona su imperio que se divide entre sus dos seguidores más fieles. Estos pelean entre sí y luego uno embosca al otro, quien va a dar al hospital muy herido. Los narcos de disfrazan de soldados –o contratan soldados, nunca se ha sabido bien, toman el hospital, llegan a buscar al herido para matarlo, asesinan a siete personas, entre enfermeras, médicos y enfermos, pero el del atentado, la víctima elegida, logra quitarse las sondas y se arroja bajo la cama. Entran, ametrallan el cuarto, pero no lo matan, queda muy mal herido y su grupo se lo lleva en un avión a Monterrey (donde al parecer hay un hospital privado para narcos) y en el avión muere. Esta historia es totalmente cinematográfica y estoy convencido de que cuando entran al hospital a matar, ya van poseídos no sólo de la obligación del crimen sino también por la necesidad de interpretar una película, que en el caso de los narcos puede ser absolutamente determinante, como en otros ámbitos lo es la necesidad de interpretar un programa de televisión. Sentirse perseguido por una cámara invisible todo el día puede ser un signo de locura o un signo de que la persona se ha integrado ya a su atmósfera mediática y no hay dato que no me lo corrobore; esas dos mil niñas que participaron en un concurso para imitar a Gloria Trevi viven ya la sensación de la cámara que las acecha. Si extremo la nota, diré que el imaginario colectivo se imagina o filmado o grabado de una manera muy persistente.
¿Existen todavía reacciones que podamos llamar espontáneas o no aprendidas de los medios o todas las respuestas estarían ya codificadas por el imaginario de los medios?
Hay muchas respuestas codificadas por muy distintas circunstancias desde luego, pero en los momentos en que la situación parece televisiva o cinematográfica, los medios son determinantes. La semejanza atmosférica determina la sujeción a ese código de procedimientos. En un mitin no hay un código de procedimientos tan fijos porque la televisión y el cine no se interesan en los mítines y por tanto el orador sigue atenido a los esquemas de otras reuniones, o de modelos lingüísticos probados, en el caso de los panistas, de Jesús Martínez Palillo en los años cuarenta, en el caso de los perredistas, la oratoria de izquierda antiimperialista de los años treinta y en el caso de los priistas, aquel lejano concurso de oratoria en donde se declamaba “El amor a México”. Y por fuerza hay espontaneidad en las situaciones abandonadas por la televisión, que difícilmente registra con minucia un coito, aunque allí también influyen los medios, basta observar la enorme circulación del video porno. Concluyo: en un número exhaustivo de casos la mera idea de estar en una atmósfera similar a las registradas por el cine o la televisión replantea de inmediato la conducta.
Otra circunstancia que se da y tú lo mencionabas al responder la primera pregunta era que los medios han servido como una escuela de costumbres; decías en Escenas de pudor y liviandad: “A disposición de las vedettes una escuela de costumbres; el cine de Hollywood, ya en los veintes, fábrica de sueños y universidad de la vida moderna…” ¿Crees que los medios han contribuido a una mayor igualdad, a una mayor participación democrática?
La parte positiva de los medios es inmensa. Cito a Manuel Puig, como otras veces. Él hablaba de su pueblo, Coronel Vallejo, en la pampa, seguramente no el más cultural de los ambientes, y de cómo la función de close up, en el caso femenino: Greta Garbo, Marlene Dietrich, Catherine Hepburn, Bette Davis, fijaba de otra manera a la mujer, democratizando no la imagen de la mujer sino la imagen de la virgen. Esto no lo decía Puig pero ya se insinuaba en su homenaje al cine. Estoy convencido: una virgen, en el sentido devocional, podría ser cualquiera que estuviese en la pantalla porque ya era una aparición y aparición milagrosa en la medida en que la tecnología en ese momento era absolutamente milagrosa y brindaba la sensación de poderío irrefutable que da el uso del close up. Y para llegar a nuestros días, Marcela Bodenstedt, ya un personaje clásico de nuestros días, evidentemente vio Modesty Blaze y estas series de televisión donde la mujer tiene un desempeño físico y policiaco muy distinto al tradicional. En todo este afán de manejar helicóptero, ser experta en artes marciales… hay el trasfondo de una Modesty Blaze o una Mujer Policía. Y de nuevo no es posible calificar a priori la influencia de los medios, muy positiva en la medida en que rompe prejuicios y limitaciones, sustituyéndolos por elementos liberadores. En este sentido, los comerciales han tenido un efecto más profundo que el que se les concede habitualmente. Los comerciales de cuerpos gráciles, de figuras flotantes en la semidesnudez, han liberado más la idea del cuerpo entre los jóvenes de diversas regiones que la lectura conjunta de todos los ensayos sobre el libre uso del cuerpo.
(Entrevista completa en Performance 117)
0 comentarios:
Publicar un comentario