Reflexiones sobre la muerte de Xalapa
Los hechos ocurrieron pudiendo evitarse. Cayetano Rodríguez Beltrán es una calle axial en el tráfico citadino de Xalapa y una zona arbolada que vincula a la zona universitaria con el centro; colindante con el Estadio Xalapeño, Los Lagos, la Clínica 11 del IMSS, habitada por estudiantes y académicos universitarios, además de los antiguos vecinos del barrio, clase media honrada y trabajadora. Calle que de noche se convierte en peligrosa. Hay tramos donde se teme ser asaltado. Y la delincuencia merca y medra a vista de las patrullas incluso. Como los estudios de sociología criminal indican, hay ciertas zonas, siempre las mismas, donde los crímenes ocurren reiteradamente. Ahí donde ocurrió un crimen o un intento de violación, volverá a ocurrir. Cambia la ciudad, no sus zonas porque las causas no se combaten. Los territorios de confluencias, zonas del centro digamos donde los pobres conviven con una clase media, hay más oportunidades de crimen. No ocurren donde existe igualdad de clases sociales sino donde se manifiestan y confluyen las desigualdades.
Una ciudad sin crímenes
El día del velorio de los infortunados jóvenes la sala entera de Bosques del Recuerdo se convirtió en una romería. Era conmovedor ver a los ancianos de la familia Hakim con rostros arrasados por la pena, ojos licuefactos en llanto, ojeras del dolor inconsolable. Y en medio de los dolientes, de quienes acompañaban a Alfredo Hakim y a la doctora Hernández Palacios, tan querida por sus alumnos y amigos, los políticos, los de siempre, se abrían paso, tan orondos, tan seguros. El arribo del gobernador recuerda al de un trasatlántico: a su paso divide la multitud, la estela que deja la quilla se repliega una vez más y la multitud se retira, atraída por la gravedad del mandatario. Por ahí arribaron también Salvador Mikel Rivera y Tomás Carrillo Sánchez, personajes vinculados con la seguridad del estado (el primero, todavía Procurador General de Justicia). Y por supuesto el Secretario de Gobierno, quien charlaba campechanamente con sus amigos, aceptando palmadas, mascando chicle. El pudor de la muerte se enfrenta al cinismo de quienes ven en cualquier acto una oportunidad para la promoción.
Por la mañana el titular de Seguridad Pública, el militar Sergio López Esquer declaró que Xalapa era una ciudad segura y continuaría siéndolo. Otra declaración, de Elizabeth Morales, candidata a la alcaldía de Xalapa por el PRI: Xalapa es una ciudad segura y prometo mantenerla como hasta ahora. Si estudiaron lógica, sigan el silogismo, encuentren la premisa. Y para quienes gustan de las teorías conspirativas: con inusitada sinceridad o con inusitado cinismo, Esquer declaró que si hubieran vigilado los retenes, los asesinos no hubieran podido escapar. ¿Ineptitud o exhibicionismo? Misteriosamente el procurador había pasado poco antes frente a la hoy escena del crimen y los retenes permanecieron abiertos toda la noche.
A la conmoción que el crimen provocó en todos los estratos de la sociedad xalapeña se suma la indignación suscitada por la indolente respuesta con que los responsables de la seguridad estatal y los políticos enfrentan el caso. No bastó la protesta de los padres de Eugenio León Fernández, el adolescente asesinado por una pandilla que previamente lo había sentenciado a morir, cuyos asesinos fueron liberados por las autoridades. En el último tramo del sexenio el estado se derrumba. Como una fachada corroida por el salitre.. A veces no basta la pintura. El rojo termina decolorándose y al final aflora la humedad. Para evitar el descrédito, las autoridades estatales negaron que el doble asesinato fuera muestra del desbocado nivel de la violencia en Xalapa. Xalapa desde hace mucho dejó de ser una ciudad segura: es una ciudad cobarde que prefiere aletargarse y voltear hacia otra parte en vez de enfrentar su crisis. No es de ahora: ¿alguien recuerda los asesinatos violentos de hace una década? ¿La represión a travestis? ¿Los crímenes atribuidos a juniors? ¿La inseguridad que viven los periodistas que se atreven a disentir? ¿Descuartizamientos? El País mencionó hace años que uno de los lugares más activos del comercio sexual y punto clave en las redes de pederastia era Xalapa, Veracruz («Fotografías extremadamente violentas de abusos a niñas», 29 de enero de 2006). No olvidemos que mientras los aliados del poder establecen tienditas de campaña en las plazas y parques del estado para denunciar a Yunes por pederasta, Lydia Cacho, quien ya sería millonaria si cobrara regalías cada vez que se le menciona en Veracruz, en un artículo publicado en febrero asentó que El Lobo Estepario, el infame sacerdote Rafael Muñiz López, contaba con la complicidad de las autoridades en Veracruz.
Cuando no hay Estado en una sociedad, el estado sólo puede esperar una total descomposición. Las bolsas de basura que se amontonan después de las 7 de la noche en las inmediaciones de la Procuraduría son una metáfora de esa podredumbre. De acuerdo a un estudio clásico, los lugares donde más basura se acumula son donde más crímenes ocurren. En este estado no sólo no hay Estado: nunca se alcanzó la madurez para conformar una sociedad civil. No hay prensa independiente, no hay un criterio crítico. No hay intelectuales. Pocos se atreven a disentir, a intervenir como conciencias de la vida pública. Veracruz es el bastión del PRI porque nunca ha dejado de ser una sociedad orgánica: todos se integran, se concentran, al poder central.
Fidel Herrera Beltrán ha declarado que el último sprint de su sexenio será intenso. Estoy seguro que no era ésta la intensidad a la que se refería. Y como el crimen no se resolverá ni se indagará en los motivos de los asesinos, acaso porque no conviene saberlo, hay muchos intereses, incluidos los económicos, la inseguridad es el detonante que le ha explotado a los gobernantes en las manos antes de alcanzar su relevo. Se equivocaron: no era una estafeta, sino un cartucho de dinamita.
[Fotografía: Gina Collins®]
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