martes, 21 de septiembre de 2010

Bruno Dumont, el esplendor panteísta de la luz


Sergio Raúl López 

Actualmente se exhibe en Xalapa la cinta Hadewijch. Como una invitación a nuestros lectores para ver esta pieza fundamental del cine contemporáneo los invitamos a leer la entrevista con su director, Bruno Dumont, que publicamos en nuestra edición número 106 de Performance.

Una escena exacerbadamente luminosa ocurre en Hadewijch (2009), la más reciente exploración humana realizada por Bruno Dumont en el formato cinematográfico. Porque eso es, pienso, lo que este francés hace con el cine: experimenta y juega. Pero más que jugar con los emplazamientos de la cámara, con la latitud del filme o con el diseño sonoro de sus películas, lo hace con los humanos, con lo humano. Y en el caso de esta película la interrogación ronda lo religioso: qué ocurre cuando una católica radical aquejada de un misticismo concupiscente halla consuelo y comunicación no en sus pares cristianos, sino en los seguidores de Mahoma. La respuesta de Dumont es explosiva, intimidantemente provocadora, abierta y plural sin recato alguno. 

Pero volvamos a la luz. La francesita, llamada Céline (Julie Sokolowsky), que además es la hija ignorada de un ministro del gobierno galo, pasea por los alrededores de un viejo monasterio católico junto a su mentor en asuntos del Islam, Nassir (Karl Serafidis). A punto de partir permanecen un instante más, simplemente por esperar, sólo porque sí, admirando el paisaje boscoso, sintiendo el viento poderoso, contemplando. Súbitamente, les llega una iluminación. Es una iluminación literal: la escena se inunda con la luz del sol. ¿Metáfora del arrebato místico? ¡Qué va! ¡Es Dumont! 

–Simplemente salió el sol –explica tajante, sorprendido él mismo de lo que se logró. 

Pero vayamos un poco más atrás en su explicación: 

–Yo pienso que en lo natural está lo sagrado, que justo en lo natural radica lo sagrado. Es por eso que en un cierto plano de la película la pantalla se empieza a llenar de luz, no lo hice a propósito, simplemente salió el sol. 
 
Seguramente que Hadewijch será la más provocadora de todas sus películas. Eso de juntar a una católica adinerada con un grupo de musulmanes jóvenes y hacerla viajar a Medio Oriente para mirar de cerca el terrorismo desatado por los israelíes o su necesidad incesante, siempre insatisfecha de amar al Cristo de modo carnal y no con plegarias ni rezos, seguramente que sacudirá a más de una conservadora conciencia. En el Festival de San Sebastián, relata Dumont, los españoles “dijeron que es una película pésima, que la actriz es pésima, que está mal filmada, que no dice nada, que es una mierda”. 

–Yo hago un cine radical, que va al fondo como medio de expresión. ¿Provocador?, esta palabra no conviene, yo busco sorprender, impactar. Hay muchos provocadores que son crudos, quieren sacudir al espectador sólo por sacudirlo, pero no hay que sacudir al espectador sólo para sacudirlo, sino para transportarlo. 

¿En verdad el cine se estudia en la escuela, o cómo se aprende el arte de expresarse a través del lenguaje audiovisual? En Francia hay una gran tradición de escritores o críticos que han devenido en cineastas. 

Hay escuelas, cierto, pero también hay una tradición de autores que hicieron las escuelas de cine. Pero hay otros como yo, que provienen de fuera, de otras formaciones. Bueno, cuando me encuentro con un joven cineasta, yo le digo no vayas al cine, lo primero que hay que hacer es definirse, mirar la vida. El cine es un medio de expresión, por lo tanto, si no hay nada que expresar no sirve para nada. 

El cine no es la realidad, sin embargo la refleja. ¿Cómo logra la verosimilitud cinematográfica? 

 No, el cine no es la realidad, pero es una representación de la realidad. ¿Quién es representado? ¿A quién se representa? ¿Qué representa ello de nuestra relación previa? No es lo real, es lo real representado. Es una representación. Shakespeare no es lo real pero de hecho resulta muy real, es la interiorización de nuestra relación con el mundo. Pienso que Hadewijch es un personaje que resulta la encarnación de nuestro sentimiento de amor. Porque de hecho Hadewijch está en nosotros y yo verdaderamente creo en eso, en la película nosotros estamos en el interior, no tiene ninguna existencia real, no es alguien, es una representación de nuestro poder para amar y ser amados. Es una verdadera central nuclear, cuya fisión es muy fuerte. 

Pienso que busca comunicar con la pureza visual y auditiva que permite el medio cinematográfico, más allá de los supuestos religiosos y filosóficos que plantea. 

Hay que alucinar, hay que darle al espectador una experiencia de espasmo medular. Yo pienso que debe vivir una experiencia mística, es una visión, el cine es visionario por lo que tiene mucho que ver con la mística. 

No recurre, por lo regular, a los actores profesionales. Sin embargo ahora halló a Julie Sokolowsky, una actriz. ¿Cómo llega a estas decisiones? 

 Es que los no actores tienen mucha más potencia, en cambio los actores trabajan en la industria y por lo tanto ya están estropeados. Es normal, ¿no?, por su propio oficio. Trabajé con Julie, una actriz, porque la encontré; fue un proceso muy largo, me tomó un año encontrarla, ella no cree en Dios y era formidable trabajar con alguien que es lo contrario al personaje. Es extraordinario, había que inventar algo, yo tampoco soy creyente, por ese entonces ella amaba a alguien y lo que hice fue transferir ese sentimiento: ella partió de su experiencia, de la ausencia, del sufrimiento del amor que ella tenía para comprender a la mística leída. 

Sé que Hadewijch fue una mística flamenca, pero qué tanto tiene que ver con los arrebatos poéticos de Santa Teresa, muy cercanos al deseo carnal. ¿Qué tanto usó para el personaje esa mística que envuelve el deseo concupiscente? 

No tiene nada de ver con Santa Teresa. La característica  de Hadewijch de Brabant, la mística del siglo XIII, es que se halla inserta dentro del espíritu del amor cortesano. Por lo que tiene un lenguaje muy caliente en su relación con Cristo; es casta, pero al mismo tiempo tiene una relación con dios muy sorprendente, hay un erotismo místico que me atrae porque existe una relación, como decía Louis Lambert, entre las propias cuestiones de tu vida amorosa y ella. A mí lo que me interesa es meditar sobre nuestro sentimiento de amor, ese es el aspecto que me interesa, qué es nuestro amor. Dios me vale madre, es puro teatro. 

Si quiere leer la entrevista completa como apareció en Performance, dé clic aquí:

0 comentarios:

Publicar un comentario

 
Design by Free WordPress Themes | Bloggerized by Lasantha - Premium Blogger Themes | Laundry Detergent Coupons