La boca no! LaBruce en conversación. |
Bruce LaBruce, toda una leyenda de la cinematografía porno, conversó con Sergio Raúl López sobre los derroteros de esta industria en Occidente. Además de su amplia filmografía, el entrevistador destaca el hecho de que estamos ante un artista de vanguardia, con conciencia de clase.
Sergio Raúl López
Pareciera un adolescente Bruce LaBruce. Con jeans ajustados y mangas cortas para sus playeras coloridas; a un ápice de tener el cabello cortado como soldado naval, pero con un copete mínimo; calzando zapatillas Converse y portando gafas clásicas de gota de las Ray Ban, para envolver su cuerpo todavía delgado y cubrir, ciertamente, las arrugas que ya comienzan a poblar su rostro. En la calle podría confundírsele, ciertamente, con cualquier turista norteamericano de estatura mediana y con esa blancura maculada por las manchas de varios años de tomar el sol que suelen sufrir los pelirrojos.
Pero nada. Estamos en presencia, nada menos, de uno de los pornógrafos más provocadores y contestatarios de la escena mundial, dueño de una amplia filmografía que junta el sexo directo en pantalla con la conciencia de clase, la vanguardia artística y un imaginario en permanente ebullición que mezcla personajes hallados en la calle con las estrellas del cine erótico y porno. Las calaveras sonrientes que aparecen en sus brazos descubiertos parecieran burlarse de todo aquel que, de primera impresión, lo confunda con un paseante común y corriente. Sus tatuajes carecen de ese colorido y dibujo contemporáneo que tanto abundan; remiten a esos antiguos trabajos chinos en tinta negra, en los que abundan pictogramas ininteligibles, o las imágenes típicas de un esqueleto empuñando una guadaña o una calavera cruzada por cuatro fémures. Para remate, su mano derecha aparece cubierta por tres vistosos anillos cobrizos, el primero con una serpiente sinuosamente larga, el otro con un sello plano y el tercero con unas siglas que, miradas de cerca, permiten leer L.A .Zombie (Estados Unidos-Alemania-Francia, 2010), el título de su más reciente largometraje de ficción, que recupera y reinterpreta la carga erótica del cine del género mediante un zombie (la estrella porno François Sagat) que vive en la calle, como miles de homeless angelinos, pero que resucita a los muertos no al morder ni al contagiarlos, sino al penetrarlos sexualmente.
Justo esta cinta adquirió notoriedad mundial por el más obvio de los motivos: la censura. En julio del año anterior, se anunció como parte de la programación del Festival Internacional de Cine de Melbourne, pero la Comisión de Clasificaciones Cinematográficas de Australia le negó el permiso no sólo de exhibirse en dicho foro sino que la prohibición alcanzó a todo el país y se mantiene hasta la fecha. El estreno mundial de L.A. Zombie ocurrió finalmente el 5 de agosto en el Festival de Cine de Locarno, donde entró en competencia, por lo que su director, Oliver Père –durante un lustro director de la Quincena de Realizadores de Cannes–, se ganó muchas críticas e incluso un sector exigió su renuncia.
Pero la experiencia de LaBruce en festivales no es reciente. Su himno al “terrorismo chic”, The Raspberry Reich (Alemania-Canadá, 2004), un comando que bautiza a sus integrantes como los miembros originales de la Fracción del Ejército Rojo –en su playera aparecen las siglas de la RAF con un rifle detrás– u otros revolucionarios como el Che Guevara, se estrenó en Sundance y Berlín, y recorrió más de 150 festivales, entre ellos Estambul, Guadalajara y Rio de Janeiro.
Pero nada. Estamos en presencia, nada menos, de uno de los pornógrafos más provocadores y contestatarios de la escena mundial, dueño de una amplia filmografía que junta el sexo directo en pantalla con la conciencia de clase, la vanguardia artística y un imaginario en permanente ebullición que mezcla personajes hallados en la calle con las estrellas del cine erótico y porno. Las calaveras sonrientes que aparecen en sus brazos descubiertos parecieran burlarse de todo aquel que, de primera impresión, lo confunda con un paseante común y corriente. Sus tatuajes carecen de ese colorido y dibujo contemporáneo que tanto abundan; remiten a esos antiguos trabajos chinos en tinta negra, en los que abundan pictogramas ininteligibles, o las imágenes típicas de un esqueleto empuñando una guadaña o una calavera cruzada por cuatro fémures. Para remate, su mano derecha aparece cubierta por tres vistosos anillos cobrizos, el primero con una serpiente sinuosamente larga, el otro con un sello plano y el tercero con unas siglas que, miradas de cerca, permiten leer L.A .Zombie (Estados Unidos-Alemania-Francia, 2010), el título de su más reciente largometraje de ficción, que recupera y reinterpreta la carga erótica del cine del género mediante un zombie (la estrella porno François Sagat) que vive en la calle, como miles de homeless angelinos, pero que resucita a los muertos no al morder ni al contagiarlos, sino al penetrarlos sexualmente.
Justo esta cinta adquirió notoriedad mundial por el más obvio de los motivos: la censura. En julio del año anterior, se anunció como parte de la programación del Festival Internacional de Cine de Melbourne, pero la Comisión de Clasificaciones Cinematográficas de Australia le negó el permiso no sólo de exhibirse en dicho foro sino que la prohibición alcanzó a todo el país y se mantiene hasta la fecha. El estreno mundial de L.A. Zombie ocurrió finalmente el 5 de agosto en el Festival de Cine de Locarno, donde entró en competencia, por lo que su director, Oliver Père –durante un lustro director de la Quincena de Realizadores de Cannes–, se ganó muchas críticas e incluso un sector exigió su renuncia.
Pero la experiencia de LaBruce en festivales no es reciente. Su himno al “terrorismo chic”, The Raspberry Reich (Alemania-Canadá, 2004), un comando que bautiza a sus integrantes como los miembros originales de la Fracción del Ejército Rojo –en su playera aparecen las siglas de la RAF con un rifle detrás– u otros revolucionarios como el Che Guevara, se estrenó en Sundance y Berlín, y recorrió más de 150 festivales, entre ellos Estambul, Guadalajara y Rio de Janeiro.
Yo sí me la saco en las pelis |
De voz moderada y frases cortas en público, al tomar el micrófono, este artista, actor y cineasta canadiense radicado en Toronto, comenzó su carrera a fines de los años ochenta realizando cortos experimentales en formato súper 8 y editando un fanzine punk llamado J.D.s, con el que inició el movimiento Queencore, mismo que sigue representando. A la fecha tiene un libro de memorias titulado Reluctant Pornographer; otro más sobre su trabajo, Ride Queer Ride, en 1998. Hace exposiciones de fotografía, escribe y dirige teatro, presenta performances y dirige videos musicales que incluso han ganado en los premios MuchMusic.
Lo más importante de todo, al acercarnos a su obra, descubrimos que los misterios en torno al sexo resultan mucho más simples de lo que aparentan en la moral tradicional, pues los complicados y absurdos son los prejuicios políticos, religiosos y sociales que se han erigido en torno, para generar sentimientos de culpa, de enfermedad o de pérdida. Y Bruce LaBruce no ha hecho otra cosa que romperlos y enfrentarnos a la naturalidad orgánica del sexo. Él mismo atinadamente se describe como un marxista porno.
Lo más importante de todo, al acercarnos a su obra, descubrimos que los misterios en torno al sexo resultan mucho más simples de lo que aparentan en la moral tradicional, pues los complicados y absurdos son los prejuicios políticos, religiosos y sociales que se han erigido en torno, para generar sentimientos de culpa, de enfermedad o de pérdida. Y Bruce LaBruce no ha hecho otra cosa que romperlos y enfrentarnos a la naturalidad orgánica del sexo. Él mismo atinadamente se describe como un marxista porno.
En términos de exhibición, ¿qué tan diferente es el circuito de festivales donde se exhiben sus filmes de las pantallas específicas para la pornografía?
–En la actualidad hay muchos cruces entre el documental y los filmes de ficción. Yo pienso que mis películas son una especie de documental, en el mismo nivel. Para mí Hustler White (Canadá-Alemania, 1996) y L.A. Zombie poseen, desde mi perspectiva, rasgos de documental al mostrar la vida en las calles de Los Ángeles, además filmamos sin guion y con la gente que te vas hallando en la calle, así que desde cierto punto de vista antropológico tienen estos elementos.
Es curioso, el documental aparecido recientemente, The Advocate for Fagdom (Francia, 2011), de Angélique Bosio, que reúne testimonios sobre su obra, ya se exhibió en Australia.
–Sí, pero en Toronto, por ejemplo, el filme ha sido atacado salvajemente por los periódicos y sitios electrónicos independientes y de ala izquierda; en cambio, todos los grandes medios, los de circulación nacional, los de gran influencia, le concedieron reseñas bastante favorables, incluso Variety le dio una muy buena crítica. Es paradójico porque este documental, pienso, es una muy amable introducción a mi trabajo para un público mucho más grande y en ese sentido pienso que ha sido mucho más exitoso.
Pero no lo sé, simplemente me he hecho de muchos enemigos dentro del mundo independiente y, por otro lado, mis filmes son políticamente incorrectos para estos medios independientes de izquierda, que siguen temas políticamente correctos, pero los medios masivos no tienen estos pequeños prejuicios, pienso que miran con ojos mucho más frescos.
También ocurre que en la actualidad la única oferta alternativa es Lady Gaga y la gente piensa que representa a toda la cultura subterránea, que es la encarnación de las cosas más escandalosas y extremas, cuando en realidad ya se ha hecho antes todo eso, son referencias a otras cosas y, finalmente, ella no está exponiendo ni ofreciendo su vagina.
–Sí, pero en Toronto, por ejemplo, el filme ha sido atacado salvajemente por los periódicos y sitios electrónicos independientes y de ala izquierda; en cambio, todos los grandes medios, los de circulación nacional, los de gran influencia, le concedieron reseñas bastante favorables, incluso Variety le dio una muy buena crítica. Es paradójico porque este documental, pienso, es una muy amable introducción a mi trabajo para un público mucho más grande y en ese sentido pienso que ha sido mucho más exitoso.
Pero no lo sé, simplemente me he hecho de muchos enemigos dentro del mundo independiente y, por otro lado, mis filmes son políticamente incorrectos para estos medios independientes de izquierda, que siguen temas políticamente correctos, pero los medios masivos no tienen estos pequeños prejuicios, pienso que miran con ojos mucho más frescos.
También ocurre que en la actualidad la única oferta alternativa es Lady Gaga y la gente piensa que representa a toda la cultura subterránea, que es la encarnación de las cosas más escandalosas y extremas, cuando en realidad ya se ha hecho antes todo eso, son referencias a otras cosas y, finalmente, ella no está exponiendo ni ofreciendo su vagina.
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