martes, 5 de julio de 2011

Ya todos estamos aquí



Héctor Miguel Sánchez

Por segunda ocasión consecutiva, la Compañía de Teatro de la Universidad Veracruzana decidió —para buena fortuna de los desahuciados económicos— estrenar de forma gratuita uno de sus montajes. En esta ocasión se trató de Usted está aquí (2009), de Bárbara Colio (1969), presentada en la Casa del Lago UV. La dirección corrió a cargo de Angélica Rogel, con las actuaciiones de Hosmé Israel, Miriam Cházaro, José Palacios, Marco Rojas y Valeria España. He aquí lo que sucedió.
Pero antes, unas palabras sobre la dramaturgia: si bien el texto comienza con una gran fuerza dramática, lograda, ante todo —la variedad como principio estético—, por estar aquél articulado mediante la yuxtaposición de escenas de muy diversa índole (la simulación de un programa de radio, breves interludios en los que sólo se escuchan los ruidos dispersos de la ciudad, momentos de diálogo —Ana e Isaura, Ana y el Alcalde— y momentos de acción —la disputa en casa del sicario—, fragmentos decididamente líricos —el poema que recita la estatua—, y el entrecortado soliloquio de la mujer que es interrogada en la comisaría, parte del drama con una eficacia emotiva devastadora), así como por la tensión argumental que lo sostiene, por el adecuado uso de símbolos (la partida de los pájaros como anuncio de una catástrofe o, bien, de una Revelación) y por la buena construcción de sus personajes centrales (Ana, Isaura, Alcalde, Mujer), lo cierto es que, a partir de la segunda escena protagonizada por Ana y por el Alcalde (la penúltima de la obra), el interés de la historia decae por completo y termina, en la escena final, perdiéndose en el empleo de un recurso que, más que estar orientado por la búsqueda de la belleza artística o por la producción de una catarsis a través de ésta, parece obedecer aquí, más bien, a un propósito moral, lo que oscurece en buena medida las virtudes del drama; en efecto: en la última escena, Ana y el Alcalde se reconocen a sí mismos —forma de la metateatralidad— como actores que están representando unos papeles determinados y, a continuación, comienzan una controversia cuyo objetivo es hacernos ver que lo que está pasando en la obra sucede o podría sucedernos en la realidad —de allí, tal vez, el título de la pieza: Usted (espectador) esta aquí—; pero, ¿verdaderamente hacía falta echar mano de esta moraleja explícita?, ¿no era mejor seguírnosla comunicando estéticamente, como la había venido haciendo la obra, y de manera muy efectiva —tocando nuestro espíritu—, hasta hace algunos minutos? Da la impresión, más bien, de que la autora no supo cómo cerrar su texto y de que, por tanto, se vio obligada a valerse de un final deus ex machina, o de que no halló la manera precisa de insertarnos en una fructífera dinámica de la metateatralidad.


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